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La ciencia también está colonizada, pero investigadores argentinos dan batalla

Junto a colegas de Latinoamérica forman un colectivo que no sólo desnuda los mecanismos de otorgamiento de prestigio en favor del norte global, sino que proponen acciones para revertir esa hegemonía en el estudio de las aves

Tucanuzu Ramphastos toco regurgitando semilla de Cedrillo Guarea macrophylla. Foto: Gabriel Moresco.

El colonialismo no es sólo ocupación de territorio e imposición de gobiernos desde el extranjero: también es cultural y… científico. Así lo entendieron más de un centenar de investigadores de 20 países , entre los cuales hay 24 argentinos que trabajan en el Conicet, y propusieron desandarlo en un campo específico, el estudio de las aves en la región tropical de América.

Pusieron en evidencia el sesgo que atraviesan numerosos artículos de revistas internacionales sobre ornitología firmados por colegas del norte global. La soberbia implícita en esas publicaciones queda expuesta en la falta de mención a los especialistas de las zonas donde habitan los objetos de estudio y la indiferencia hacia el conocimiento construido por pueblos indígenas o por campesinos sobre las temáticas.

Carolina Miño, licenciada en Genética, investigadora del Conicet en el Instituto de Biología Subtropical (doble dependencia con la Universidad Nacional de Mendoza), repasó en conversación con ABC los mecanismos de poder puestos en juego y las trampas de las estructuras de generación de prestigio en los ámbitos académicos.

Nos referimos a prácticas o tendencias que denominamos colonialismo porque tienen que ver con el poder, la hegemonía, el control, la opresión que nace con el genocidio europeo en América en el siglo XV“, explicó la genetista. Ese pasado sigue presente, aunque más sutil, sostuvo: “No desapareció, continúa bajo otras formas menos evidentes, en la ciencia, y se manifiesta de diversas maneras. Una es la decisión de quién habla y quién no en determinados ámbitos, quién está habilitado para construir conocimiento de prestigio y quién no, y cómo lo hacen”.

Carolina repasó cómo surgió la singular cooperación entre más de cien científicas y científicos de 91 instituciones en 20 países de las Américas. “La discusión de los artículos generados en los centros científicos globales nace como una inquietud de ornitólogos de Latinoamérica en respuesta a un trabajo publicado hace un par de años, que ofrecía una suerte de receta o de hoja de ruta sobre cómo teníamos que hacer las cosas para avanzar con el conocimiento en Latinoamérica”. La sorpresa fue al detectar el carácter paternalista de esos “consejos”: “Quienes firman el texto no trabajan ni viven en la región”, destacó. Y entonces, “faltaba una mirada” que es la que se proponen instalar. “Y el camino se inició en ese sentido, el de poner las voces relegadas”, refirió la investigadora.

El grupo de investigadores, de diferentes disciplinas, trabaja en ornitología, pero la matriz de poder que describen, aclaran, se replica en todas.

Mecanismos “perversos”

Phoenicopterus chilensis. Foto: Silvia Vitale, observadora de aves.

Una de las formas en que se expresa el colonialismo en la ornitología, explicó Miño, es en el nombre asignado a las aves nativas de Latinoamérica.  “La mayoría de las especies recibe nombres de personas que se consideran sus descubridores durante las exploraciones que se realizaron en el continente a principios del siglo XIX“. Como el “descubrimiento” de América, en la que vivían cientos de pueblos, una palabra sólo entendible desde la centralidad de la mirada europea. “Y claro, son hombres, blancos, extranjeros, de un cierto poder adquisitivo, de cierta clase social, que se llevaron material a sus países y es allí donde los describieron como descubrimiento”, completó el cuadro la investigadora del Conicet, que trabaja en Mendoza.

El colectivo de científicos se propone desnudar lo que esconde ese protagonismo de los habilitados para estudiar, nombrar y adjudicarse méritos académicos: “Se invisibiliza el trabajo de las poblaciones locales, que son quienes en la mayoría de los casos fueron las que colectaron esas muestras o individuos en base al conocimiento de las especies, sus zonas de nidificación, sus cantos, sus formas de atraer los ejemplares para capturarlos, y en qué época del año“, trazó como ejemplo Carolina.

Desandar ese recorrido es una de las líneas de trabajo del grupo latinoamericano. Exponer la trama que permitió esos hechos consumados a esta altura difíciles de modificar. “A veces, lo que queda tras la imposición de nombres, es recuperar esas historias que hay detrás”, admitió Carolina.

Idioma, revistas y asignación de prestigio

“Una de las formas de calificar, otorgar prestigio, jerarquizar y evaluar a un científico o científica es por la cantidad de artículos que produce, en qué revistas y con qué impactos”, repasó Miño una estructura académica que apuntala la hegemonía en las disciplinas.

“Incluso en Latinoamérica, las publicaciones en inglés son evaluadas como más relevantes en detrimento de las escritas en otros idiomas”, amplió sobre ese esquema impuesto por el norte global que se reproduce en el sur.

“Es un sistema perverso, porque de ese ranking de publicaciones muchas veces depende el mayor o menor financiamiento de las investigaciones. Además, se suele cobrar para enviar el artículo a una revista, y después para leerlo. Es una barrera económica”, expuso Miño sobre una suerte de círculo vicioso sobre el que pocos posan la mirada crítica.

No obstante, el colectivo científico regional dibuja salidas posibles: “La alternativa es publicar en el propio idioma y en sitios de acceso abierto”, señaló Carolina. “O en revistas científicas de muchas universidades nacionales argentinas que ya están consolidadas, que tienen altos estándares y a las que así se las podría fortalecer”. También, agregó, hay redes latinoamericanas de acceso abierto que permiten romper el  cerco del colonialismo, al menos en su aspecto de otorgar prestigios científicos y jeraquizarlos.