Natural y antrópico, el patrón de circulación atmosférico y marino en el Pacífico ecuatorial se produce regularmente, aunque esta vez con mayor duración y eventos extremos de temperaturas y déficit hídrico. Una especialista repasa historia, consecuencias y previsiones para 2023
La Niña está en todas las crónicas sobre la sequía, la bajante histórica del río Paraná, los incendios en el humedal y los reclamos de productores por los bajos rendimientos agrícolas y ganaderos. Pero, ¿de qué se trata? María José Dickie lo explicó en el programa La Marca de la Almohada. Es ingeniera agrónoma recibida en la UNR, magister en Manejo y Conservación de los Recursos Naturales y climatóloga que se desempeña en la Agencia De Extensión Rural Cañada de Gómez del Inta.
“La Niña es un patrón de circulación modificado o una forma de circulación atmosférica” que se traduce en un enfriamiento a gran escala de las aguas superficiales de las partes central y oriental del Pacífico ecuatorial, además de otros cambios en la circulación atmosférica tropical en los vientos, la presión y las precipitaciones, explicó la especialista.
Dickie aclaró que los efectos son dispares en diferentes regiones del planeta. “Cuando esas aguas están enfriadas (respecto de la temperatura promedio), en nuestra región disminuyen las precipitaciones respecto de lo normal, o la media histórica”. Pero, agregó, “por contraposición, en las costas australianas, por ejemplo, las precipitaciones son mayores”.
La Niña forma parte de lo que se denomina ENOS (El Niño-Oscilación del Sur). Su otra faceta es El Niño, cuando la temperatura de las mismas aguas está por encima de la media.
“En la región (a la que pertenece la Argentina), El Niño no está produciendo aumento de las precipitaciones”, aclaró la investigadora del Inta.
El fenómeno es cíclico, y natural. Incluso cuando es prolongado, como en este caso. “Es la cuarta vez que ocurre. La anterior fue en 1998, con tres años de La Niña seguidos por un 2001 neutro. El ciclo actual parece copiarlo”, repasó la docente de la UNR. Sí, admitió, hay una diferencia: “Lo que ocurre es que los eventos asociados son cada vez más extremos, como ocurrió con las recientes tormentas, y temperaturas más altas”. Y ello, completó, puede atribuirse al cambio climático que empuja el hombre con sus intervenciones. En su dimensión completa, entonces, es un fenómeno natural y antrópico.
Este prolongado ciclo afectó particularmente al país, destacó Dickie, y mencionó “un saldo de 2022 con las precipitaciones más bajas de los últimos 60 años en los que hay registros, con solo 510 milímetros en regiones donde el promedio es de mil milímetros, o sea la mitad”.
El panorama es complejo, siguió, porque tiene como antecedente “dos años con déficit hídrico, por lo que las reservas de agua del suelo están agotadas y las napas se retrajeron, están a más profundidad”. Un escenario límite para las producciones primarias y en consecuencia la economía nacional y las regionales.
Lo que sigue, hasta cuándo
La climatólogo se remitió al último pronóstico de la Universidad de Columbia, que se actualizó el jueves último, y es una referencia global para estos casos. Según ese estudio, La Niña “persistirá todavía en el primer trimestre de 2023, y para el segundo está la probabilidad de neutralidad”. Dickie aclaró que eso es en cuanto a los modelos “puros” de predicción del fenómeno “Los climatólogos, fuera de estos modelos, auguran el regreso a la normalidad, o sea precipitaciones promedio, en marzo”, completó, aunque con una acotación: “Pero es una época del año en la que no hay grandes lluvias. Son seis meses que suman apenas el 30 por ciento de las precipitaciones anuales”. En otras palabras, no hay que esperar una recuperación de gran escala que revierta en poco tiempo la situación de sequía prolongada.
Cultivos en la lona
En la región, detalló la ingeniera agrónoma, un cultivo particularmente afectado fue el trigo. “De 20 a 25 quintales por hectárea en los mejores casos (en la campaña pasada) contra la anterior récord con 60 quintales”, puso en cifras.
Otro, el maíz. “La siembra temprana prácticamente no se pudo realizar por falta de humedad en el suelo, y para la de segunda, en buena medida y por el tamaño de las plantas y las espigas, no se justifica llegar a la cosecha, entonces se destinará a picado para animales o rollos”, continuó con el panorama. “Los que decidieron siembre tardía, en diciembre, para acumular humedad, tampoco tuvieron buenos resultados porque de septiembre a diciembre llovieron apenas 200 milímetros, la mitad del promedio. Esto complicó también la soja de segunda o tardía,
Con las lluvias del 18 de enero sí se pudo sembrar algo de soja, pero muy tardía, lo que implica mayores riesgos por heladas tempranas”, trazó el pasaje adverso.
Algo similar, en cuanto a perjuicios, padecieron los cultivos hortícolas, por las altas temperaturas y el déficit hídrico. Y en cuanto a la ganadería y lechería, “la afectación es por la escasez de forrajes, porque los campos naturales no tienen pasto y además hay falta de agua para los animales, sobre todo en el norte de Santa Fe”.